Thucydides es reconocido como uno de los historiadores más influyentes de la antigua Grecia. Nacido alrededor del año 460 a.C. en Atenas, su obra magna, La Guerra del Peloponeso, sentó las bases de la historiografía moderna. A diferencia de sus predecesores, como Herodoto, Thucydides adoptó un enfoque crítico y analítico, enfocándose en las causas políticas y militares de los eventos históricos en lugar de atribuirlos a la intervención divina.
Su trabajo no solo relata el conflicto entre Atenas y Esparta, que duró 27 años (431-404 a.C.), sino que también ofrece una visión profunda de la naturaleza humana, el poder y la política. Thucydides es considerado el primer historiador en emplear un método riguroso de investigación, basado en evidencias y testimonios directos, lo que le valió el título de "padre de la historia científica".
Thucydides pertenecía a una familia aristocrática ateniense con conexiones políticas y militares. Su padre, Oloros, era un prominente ciudadano, y se cree que su linaje estaba vinculado a la realeza tracia. Esta posición privilegiada le permitió acceder a información de primera mano y participar activamente en los eventos que luego narraría.
Durante la Guerra del Peloponeso, Thucydides sirvió como general ateniense en la década del 420 a.C. Sin embargo, su carrera militar se vio truncada cuando fue exiliado por no lograr evitar la caída de Anfípolis ante el general espartano Brásidas. Este exilio, aunque doloroso, resultó ser una bendición para la historiografía, pues le permitió viajar, entrevistar a ambos bandos y documentar la guerra con una perspectiva más equilibrada.
La Guerra del Peloponeso es una obra dividida en ocho libros, escrita con un estilo sobrio y objetivo. Thucydides narra los eventos cronológicamente, detallando batallas, discursos políticos y estrategias militares. Sin embargo, lo que distingue su trabajo es su análisis de las causas subyacentes del conflicto.
Para Thucydides, la guerra no fue un simple choque de ejércitos, sino el resultado de tensiones estructurales entre Atenas y Esparta. Él identifica el "crecimiento del poder ateniense y el temor que esto inspiró en Esparta" como la causa fundamental. Este enfoque en las dinámicas de poder y el miedo como motor de la historia sigue siendo relevante en el análisis político contemporáneo.
Thucydides revolucionó la manera de escribir historia al adoptar un método basado en la verificación de hechos y la crítica de fuentes. A diferencia de Herodoto, quien incluía mitos y relatos orales sin mayor filtro, Thucydides era escéptico con las tradiciones no verificables. Él declaró:
"En cuanto a los hechos de la guerra, no me pareció adecuado escribirlos según lo que escuché de cualquiera, ni como me parecía a mí, sino después de investigar cada detalle con la mayor precisión posible, tanto para los eventos en los que estuve presente como para aquellos que me fueron relatados por otros."
Este rigor metodológico lo llevó a reconstruir discursos clave, no de manera literal, sino como representaciones de los argumentos probables que se usaron en situaciones críticas. Su objetivo era capturar la esencia de los debates políticos y estratégicos.
Thucydides dejó un legado perdurable en campos tan diversos como la historia, la ciencia política y las relaciones internacionales. Su análisis de la "trampa de Tucídides" –la idea de que el surgimiento de una nueva potencia genera inevitablemente conflictos con las potencias establecidas– sigue siendo citado en debates sobre el ascenso de China y su relación con Estados Unidos.
Además, figuras como Thomas Hobbes, quien tradujo su obra al inglés en el siglo XVII, encontraron en Thucydides un modelo de pensamiento realista. Hobbes admiró su visión desencantada de la naturaleza humana, que más tarde influiría en su propia filosofía política.
Thucydides no solo nos legó un relato detallado de un conflicto antiguo, sino también un marco para entender la historia como un proceso racional y analizable. Su énfasis en las causas estructurales, su rechazo a las explicaciones sobrenaturales y su enfoque en el comportamiento humano lo convierten en un autor cuya relevancia trasciende los siglos.
En la siguiente parte del artículo, exploraremos con mayor profundidad los temas clave de su obra, como su famoso relato de la plaga de Atenas, el diálogo de los melios y los atenienses, y cómo su pensamiento ha sido interpretado en la era moderna.
Uno de los pasajes más impactantes de la obra de Thucydides es su descripción de la plaga que azotó Atenas en el 430 a.C., durante el segundo año de la guerra. Este episodio no solo es notable por su vívida narrativa, sino también porque revela cómo las catástrofes pueden acelerar la descomposición social. Con un detalle casi clínico, Thucydides describe síntomas como fiebres intensas, úlceras y la mortalidad masiva que siguió. Pero más allá de los aspectos médicos, su relato se centra en el colapso moral que acompañó a la epidemia.
Según Thucydides, la plaga llevó a los atenienses a abandonar las leyes divinas y humanas. Los ritos funerarios fueron ignorados, el saqueo se generalizó y muchos persiguieron el placer inmediato ante la certeza de la muerte. Este análisis refleja su convicción de que la civilización es frágil: cuando las instituciones fallan, el comportamiento humano retrocede a un estado más primitivo. El pasaje ha sido estudiado por teóricos modernos como analogía histórica para crisis como el SIDA o el COVID-19.
Otro momento central de su obra es el llamado "Diálogo de los melios" (Libro V), donde los atenienses exigen a los habitantes de la isla de Melos que se rindan o sean destruidos. Cuando los melios apelan a la justicia, los atenienses responden con la famosa frase: "Los fuertes hacen lo que pueden y los débiles sufren lo que deben". Este intercambio es considerado uno de los primeros registros de realpolitik en la historia occidental.
Thucydides no incluye este episodio para glorificar a Atenas, sino para mostrar la lógica implacable del imperio. La destrucción final de Melos—ejecutada sin piedad—es narrada con frialdad, subrayando cómo el poder, cuando no encuentra resistencia, tiende a volverse tiránico. Para teóricos contemporáneos como Hans Morgenthau, este diálogo encapsula la esencia de las relaciones internacionales: un ámbito donde la moral es secundaria frente a los intereses de Estado.
En contraste con el cinismo del Diálogo de Melos, el Discurso Fúnebre de Pericles (Libro II) representa otro polo del pensamiento de Thucydides. Aquí, Pericles idealiza a Atenas como modelo de democracia, libertad y cultura. Sin embargo, Thucydides coloca este elogio justo antes de la plaga, sugiriendo que los ideales pueden ser vulnerables a fuerzas fuera de control.
Este contraste no es accidental. Muchos académicos ven aquí una tensión central en su obra: ¿son las sociedades capaces de vivir según principios elevados, o están condenadas a repetir ciclos de violencia y opresión? La grandeza de Atenas, celebrada por Pericles, se ve socavada por sus propias acciones imperiales narradas luego en Melos. Thucydides parece argumentar que incluso las culturas más sofisticadas no escapan a las leyes crudas del poder.
Como militar, Thucydides prestó especial atención a los avances tecnológicos y tácticos de la guerra. Relata cómo los atenienses, bajo el mando de Demóstenes, innovaron con el uso de fortificaciones ligeras en Pilos (425 a.C.), lo que permitió a los espartanos ser rodeados. También describe el fracaso del asedio ateniense a Siracusa (415-413 a.C.), donde la falta de adaptación a terrenos desconocidos llevó a un desastre estratégico.
Su análisis de estos eventos va más allá de lo descriptivo; identifica patrones: la arrogancia (hybris) que sigue a las victorias, la importancia de la logística y cómo los errores de cálculo pueden invertir el curso de una campaña. Estos pasajes han sido estudiados en academias militares desde West Point hasta Sandhurst, mostrando que su comprensión de la estrategia trasciende su época.
Uno de los aspectos menos comentados pero más modernos de su obra es el interés en la psicología colectiva. En el Libro III, narra la revolución en Corcyra (427 a.C.), donde las facciones políticas se enfrascaron en una espiral de violencia. Su descripción de cómo las palabras cambiaron de significado ("la audacia irracional fue llamada lealtad") anticipa estudios contemporáneos sobre propaganda y polarización.
También analiza fenómenos como el pánico—como cuando los atenienses, tras la derrota en Sicilia, reaccionaron con ira contra sus líderes—o la esperanza irracional que llevó a Atenas a prolongar una guerra insostenible. Para Thucydides, las emociones son fuerzas históricas tan poderosas como los ejércitos.
No todos están de acuerdo en cómo leer a Thucydides. Algunos, como el historiador Donald Kagan, ven en él un pesimista que retrata un mundo sin justicia. Otros, como Jacqueline de Romilly, destacan su fe en la razón, incluso cuando narra sus fracasos. Hay también quien subraya su ironía (por ejemplo, al mostrar cómo Esparta, que inició la guerra para "liberar" a Grecia, terminó aliándose con los persas).
Esta pluralidad de lecturas prueba la riqueza de su texto. Como señala el clasicista Simon Hornblower, Thucydides construyó una obra "inagotable", diseñada para ser releída en cada generación a la luz de nuevas preguntas.
Desde la plaga que revela la fragilidad humana hasta los discursos que diseccionan el poder, Thucydides ofrece herramientas para interpretar no solo su tiempo sino también el nuestro. En la tercera y última parte del artículo, examinaremos cómo su legado ha influido en figuras clave de la filosofía política, desde Maquiavelo hasta los pensadores del realismo del siglo XX, y discutiremos por qué sigue siendo indispensable en debates sobre guerra, democracia y ética internacional.
La influencia de Thucydides atraviesa siglos de pensamiento político, comenzando por Nicolás Maquiavelo. El florentino, aunque nunca lo cita directamente, refleja en El Príncipe la misma visión despojada de ilusiones sobre el poder que caracteriza a La Guerra del Peloponeso. Ambos autores comparten un enfoque en el cómo los Estados realmente funcionan - no cómo deberían funcionar según ideales morales. Esta conexión se hace explícita en figuras posteriores como Thomas Hobbes, cuya traducción de 1629 introdujo a Thucydides al mundo angloparlante con un prólogo donde celebra su "lecciones contra la democracia".
En el siglo XX, el corpus thucidideano se convirtió en piedra angular del realismo político. Hans Morgenthau, en su obra fundacional Política entre las Naciones (1948), recurre constantemente al ejemplo de Melos para ilustrar que "el interés nacional definido en términos de poder" es la fuerza motriz de las relaciones internacionales. Similarmente, Raymond Aron veía en Thucydides al primer teórico que comprendió que la guerra opera como "un duelo amplificado" donde la racionalidad estratégica coexiste con pasiones incontrolables.
En 2017, el académico Graham Allison popularizó el término "Trampa de Thucydides" para describir el peligro de guerra cuando una potencia emergente (como Atenas) desafía a una establecida (como Esparta). Este marco ha dominado discusiones geopolíticas sobre el ascenso de China, con analistas debatiendo si EEUU y Beijing pueden evitar el destino de las antiguas polis griegas. Lo fascinante es cómo Thucydides - a diferencia de profetas o ideólogos - no ofrece soluciones, sino advertencias: su valor está en diagnosticar patrones recurrentes.
Paradójicamente, mientras los estrategas militares enfatizan sus lecciones sobre el poder, intelectuales humanistas rescatan otra dimensión: su escepticismo. Cuando escribe que "la guerra es un maestro violento" que degrada el lenguaje y las instituciones, anticipa críticas posmodernas al discurso belicista. Esta dualidad entre realista y crítico del poder es quizás su rasgo más perdurable.
Desde Harvard hasta la Universidad de Pekín, La Guerra del Peloponeso sigue siendo texto obligado en ciencias políticas. Pero su enseñanza ha evolucionado: donde antes se leía como manual de estrategia, ahora se analiza como:
Particularmente innovadoras son lecturas feministas como las de Lisa Kallet, quien examina cómo Thucydides marginó roles clave de mujeres - desde líderes espartanas hasta sacerdotisas durante la plaga - revelando códigos culturales mediante sus omisiones.
La recepción filosófica de Thucydides oscila entre dos polos:
A) Los realistas: Incluyen a Carl Schmitt, quien ve en su obra la confirmación de que "lo político" se define por la distinción amigo/enemigo.
B) Los críticos: Como Martha Nussbaum, quien argumenta que su narrativa muestra precisamente los límites del realismo cuando ignora la compasión.
Un punto medio lo propone Josiah Ober: Thucydides sería un "realista trágico" que, al exponer las consecuencias del poder desenfrenado, implícitamente aboga por sistemas que lo contengan. Esta interpretación conecta con la Democracia ateniense que Pericles idealiza, pero que el propio relato de Thucydides muestra siendo erosionada por la guerra.
La obra thucidideana adquiere nueva relevancia en aspectos sorprendentes:
1. Desinformación: Sus descripciones de rumores que alteran batallas (como en Sicilia) anticipan dinámicas de fake news.
2. Asimetría tecnológica: El desarrollo de trirremes atenienses como arma disruptiva tiene paralelos con la IA y ciberguerra actuales.
3. Salud global: La narración de la plaga resuena en debates sobre preparación pandémica y responsabilidad estatal.
Como señala la tecnóloga Audrey Tang, cuando líderes actuales citan erróneamente a Thucydides para justificar conflictos, cometen el mismo error de los generales atenienses: leerlo como recetario, no como advertencia sobre la complejidad humana.
En una era de inteligencia artificial y guerras híbridas, este historiador de hace 2.500 años conserva vigencia por tres razones fundamentales:
Thucydides terminó su historia abruptamente en el año 411 a.C., dejando inconclusa la Guerra del Peloponeso. Quizás esta fragmentación sea apropiada: como la vida y la política que retrató, su obra resiste cierres definitivos. Lo que comenzó como registro de un conflicto entre ciudades-estado se ha convertido en espejo de nuestras propias luchas - contra pandemias, contra hegemonías cambiantes, contra la tentación de sacrificar ética por poder.
En un mundo donde, como escribió, "lo fuerte hace lo que puede y lo débil sufre lo que debe", su voz permanece como recordatorio: entender estas dinámicas no es justificarlas, sino el primer paso para trascenderlas. Dos milenios después, seguimos en el laboratorio político que él describió, releyéndolo no para encontrar respuestas fáciles, sino para aprender a formular mejores preguntas.
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